Los sindicalistas revolucionarios, deciden impulsar una campaña de sindicalización de peones de la Patagonia argentina, esquiladores y otros asalariados. La respuesta de los estancieros y terratenientes es extremadamente dura, con despidos, violencia y amenazas. La simple elaboración de petitorios por parte de los peones da lugar a represalias. Esto conduce a la intensificación del conflicto, lo cual conduce a la rebelión de los trabajadores hacia los patrones y las instituciones estatales.
El gobierno de Hipólito Yrigoyen intenta negociar al principio, enviando para este fin al Teniente General Zavala, quien busca la concordia entre las partes. Esta es lograda por un breve tiempo, gracias a la creación de un nuevo Estatuto del Peón Rural. Pero cuando el conflicto recrudece luego de una conspiración llevada a cabo por el gobierno provincial y la elite estanciera, el gobierno nacional es instigado a enviar por segunda vez a Zavala, quien regresa a la Patagonia con una mayor dotación de militares y un objetivo distinto: aniquilar a sangre y fuego a la rebelión.