Por el historiador y ensayista, Rodrigo Quesada Monge
El texto es extraído de Equipo Eritica .org
I
En la madrugada del 23 de agosto de 1927 (este año se recuerda el noventa aniversario), dos trabajadores italianos migrantes eran electrocutados debido a las sospechas, nunca confirmadas, de su responsabilidad como asesinos de un pagador y de un guardia, a quienes, supuestamente, habrían asaltado la tarde del sábado 15 de abril de 1920, para robarles quince mil dólares. El juicio lleno de irregularidades, defectos y pifias judiciales, suponía la pena de muerte como conclusión definitiva. Nicola Sacco (1891-1927) y Bartolomeo Vanzetti (1888-1927) habrían llegado a los Estados Unidos, a principios del siglo veinte, buscando el “sueño americano” que terminó friéndolos en la silla eléctrica.
II
Sin entrar en los pormenores del juicio, que resultó ser una perfecta burla de las tradiciones más entrañables de justicia, libertad y tolerancia sobre las que se habría construido, originalmente, la sociedad norteamericana, Sacco y Vanzetti deben ser recordados hoy día, porque ellos dos fueron víctimas de algo que una buena parte de la clase dominante en los Estados Unidos, sigue promoviendo como un valor incuestionable de su supuesta civilización democrática: la intolerancia. Los dos humildes trabajadores migrantes italianos, el primero un zapatero y el segundo un vendedor ambulante de pescado, fueron llevados a la silla eléctrica por tres motivaciones esenciales, que han sido recuperadas con toda su fuerza por la actual administración presidencial de los Estados Unidos, con Donald Trump a la cabeza: 1) por razones étnicas; 2) clasistas; y 3) políticas.
III
Los dos hombres tuvieron la desgracia de ser extranjeros, italianos, para ser precisos, una de las comunidades migrantes más detestadas en la región de Nueva Inglaterra, donde habían nacido algunos de los escritores más tolerantes y libres de que tenga memoria la historia literaria de ese enorme país; nos referimos a Hawthorne, Longfellow, Thoreau, y Emerson. Pero resulta que, la Revolución Bolchevique en Rusia (1917) y la traumática participación de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, dejaron en la sociedad norteamericana la impronta de algo que podría llamarse el Temor Rojo. La masiva migración de trabajadores polacos, irlandeses, italianos, alemanes y rusos hacia los Estados Unidos, después de la Guerra Civil (1861-1865), y, sobre todo, después de 1890, trajo consigo grandes contingentes de obreros radicalizados, dispuestos a todo por abrirle el paso a la utopía socialista en el país donde las condiciones materiales eran las óptimas para ello. Junto a la etnia y la clase social, venía otro factor decisivo en esta condena, de gran vigencia en nuestros días: se trataba de obreros con una sólida consciencia de clase, revolucionarios con una clara propensión organizativa e ideológica, en las que el ideario anarquista y marxista jugaban un papel protagónico de notable beligerancia.
IV
Hoy en día, a los trabajadores extranjeros y con ideas políticas muy radicales en los Estados Unidos se los sigue viendo como una peste. La única y gran diferencia entre estos trabajadores y aquellos, como Sacco y Vanzetti, es que el Temor Rojo de los años veintes y treintas del siglo anterior, no era un enemigo al que se le tuviera mucho miedo. La izquierda radicalizada en los Estados Unidos ha perdido el terreno ostensiblemente, en materias sociales, económicas, jurídicas y políticas; tanto así, como para pensar, con Chomsky por ejemplo, que el futuro de la clase trabajadora en ese país, es de fácil pronóstico.
En los Estados Unidos, al trabajador migrante de nuestros días se lo sigue condenando por su etnia, su clase social y sus ideas políticas. Sin embargo, la conciencia de clase y la radicalidad de las ideas políticas, carecen del engarce organizativo con que contaban a principios del siglo pasado. El devastador impacto que tuvo el desplome del modelo soviético, en 1991, sobre la conciencia de los trabajadores en todo el mundo, y principalmente en los Estados Unidos, es impresionante; al extremo de que hoy, ese mismo trabajador vive lleno del terror inducido a la pérdida de su trabajo; por lo cual ha llegado al punto de sacrificar conquistas por las cuales se tuvo que pagar un alto precio en sangre, sudor y lágrimas, como la jornada laboral de ocho horas, el derecho al sindicato y al descanso. La revitalización de la esclavitud es un síntoma, bien recibido en muchos sectores de la clase trabajadora norteamericana de nuestro tiempo. De esta manera, recordar a Sacco y Vanzetti es una obligación, para todos aquellos que creemos, con optimismo, en la renovación de los ideales internacionalistas de la clase trabajadora en cualquier parte del mundo.