Abraham Guillén: El primer teórico de la Guerrilla Urbana

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«La siguiente entrevista fue extraída de la Revista B.I.C.IC.L.E.T.A. (BOLETÍN INFORMATIVO DEL COLECTIVO INTERNACIONALISTA DE COMUNICACIONES LIBERTARIAS Y ECOLÓGICAS DE TRABAJADOR*S ANARCOSINDICALISTAS) –disponible para su descarga online– de Barcelona que circuló entre los años 1977 y 1982 en Europa. Entre sus contenidos podemos destacar ecologismo, tecnología, feminismo, anarcosindicalismo, globalización entre otros temas propio de la década de los 70, que sin lugar a dudas todavía pueden generar interés.

La siguiente entrevista fue publicada en el N°9 de la Revista (octubre de 1978), donde la problemática principal es el contexto de las distintas guerras de guerrillas en Latinoamerica y Europa, con sus principales falencias.

El siguiente texto fue transcrito por Paxekov, miembro del Grupo Anarquista La Boina.»

ABRAHAM GUILLÉN

EL PRIMER TEÓRICO DE LA GUERRILLA URBANA

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Abraham Guillén ha vuelto a España después de un largo exilio que comenzó en 1945, cuando —evadido de Carabanchel, en una Nochevieja -, consiguió pasar clandestinamente a Francia a través de la tienda que tenía un amigo en la frontera. Considerado como el gran teórico de la guerrilla urbana en Latinoamérica, Guillén nació en 1913 en Corcuera (Guadalajara): «En mi formación libertaria influyó, en primer lugar, mi pueblo. Allí no ha habido nunca policía, ni guardia civil, los montes (y muchas de las ocupaciones del pueblo) eran comunales… Todavía hoy, los mozos, hacen una caja común para correr con los gastos de las fiestas…«.

Fué resinero en el pueblo y estudiante en Madrid, después de haber conseguido una beca de la República; redactor de las revistas «Juventud Libre» y «FIJL», comisario político de la 14a División y del 4° Cuerpo del Ejército, comandado por Cipriano Mera. Director de la revista «Nosotros» en Valencia, pasó los tres fatídicos días del final de la guerra en el puerto de Alicante, junto a otros muchos miles que esperaban unos barcos que nunca llegaron. Detenido, encarcelado, condenado a muerte, tiene en su haber dos evasiones: primero del campo de trabajo de Aranjuez, y finalmente de la cárcel madrileña. Una tribu de gitanos libertarios le escondió en Madrid hasta que pudo hacer el viaje a la frontera.

Su periplo de exiliado comienza en Francia, y continúa en Argentina y Uruguay, con una estancia en Cuba inmediatamente después del triunfo de la revolución. Abraham Guillén es licenciado en Ciencias Económicas, profesor de Economía Política en Buenos Aires, asesor económico de la Universidad del Trabajo en Uruguay, y experto internacional de la OIT en economía autogestionaria y desarrollo cooperativo en el Perú.

Comentarista de economía y política internacional en diarios argentinos, uruguayos y peruanos, es autor de cerca de cuarenta libros que abarcan temas desde la guerra de España, hasta la economía mundial, la economía autogestionaria y el poder y la implantación de las multinacionales.

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Bomba en el convento de las Carmelitas Descalzos ¿Montaje o terrorismo? (1911-1912)

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El Miedo a los Anarcos:

Bomba en el convento de los Carmelitas Descalzos ¿Montaje o terrorismo?
(1911-1912)*


[PDF]

¿No es el anarquismo una asociación fundada
en con el objeto de atentar contra el orden social,
contra las buenas costumbres,
contra las personas y las propiedades?
Entonces, ¿por qué no se persigue al anarquismo?
José Tomas Guzmán Bezanilla,
El anarquismo i la lei, Santiago, 1913, Pág. 17

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La accidentada historia de el anarquismo en Chile nos entrega muchas alternativas para recuperar parte de su memoria; ciertamente, no son pocos los baches que se han cruzado en el camino de la tendencia ácrata en nuestras tierras, sólo es cosa de revisar algunos estudios muy generales sobre el movimiento libertario para darse cuenta que en cada fundación, persecución o deceso existe una gran historia que contar. Mayormente nos encontramos frente a dolorosas derrotas, pero afortunadamente el anarquismo como movimiento social histórico escapa de la lógica del triunfalismo, lo que nos permite aproximarnos libremente a él, sin el temor a no representar un aporte en la reconstrucción de su memoria.

Se podrá decir que el tema de las persecuciones y las olas represivas son muy reiterativos, y en parte es cierto, pero no podemos olvidar que cada golpe dado por el Estado ha sido distinto, si bien, en el fondo siempre han buscado lo mismo, es decir, hacer desaparecer la tendencia anárquica del vasto escenario social, en la forma se han desarrollado los acontecimiento de manera diferente, por lo tanto, cada recreación del pasado libertario constituye una nueva fuente de aprendizaje, que por estos días nos hace tanta falta.

Además, es necesario hacer hincapié en que, como en la mayoría de los estudios realizados en esta sección, el tema desarrollado tiene algún grado de actualidad, en este caso la persecución de luchadores sociales sin verdaderas pruebas para su inculpación. La bomba contra el convento de los carmelitas descalzos, gatilló una ola de allanamientos, prisiones injustificadas y persecuciones personalizadas, al igual como pasa hoy, auque bajo contextos y condiciones bastante diferentes.

Repliegue y rearme del anarquismo

Las balas que atravesaron a miles de trabajadores en el epicentro de la ciudad de Iquique en diciembre de 1907, no sólo provocaron un gran impacto y dolor en el mundo obrero de aquel entonces, sino que también, provocaron un largo repliegue del proletariado nacional en sus luchas sociales y reivindicaciones laborales. Esta situación afectaría principalmente a quienes defendían las tácticas de organización y acción frontales contra el Estado y los patrones.

El anarquismo sufrió un duro revés tras estos acontecimientos, ya que la campaña represiva y de amedrentación social impulsada por el gobierno surtía los efectos esperados. Mientras las organizaciones de resistencia perdían cada vez más adherentes, dada su insistencia interminable con los métodos de acción directa, las asociaciones mutuales y de tendencia reformista por su parte, se tomaban el quehacer de la política obrera.

Al iniciarse el segundo decenio del siglo XX, las organizaciones de carácter ácrata tuvieron una presencia muy pequeña en el país; los anarcos no fueron capaces de reponerse fácilmente de las matanzas indiscriminadas de obreros, principalmente, porque fueron acusados por la prensa burguesa de ser los instigadores de los movimientos reivindicativos más violentos, y por lo tanto, culpados en los hechos por la idiotizada “opinión pública”.

A pesar de esto, en 1909 con motivo del asesinato de Francisco Ferrer i Guardia en España, los reagrupados anarcos chilenos convocaron un numeroso mitin en el centro de la ciudad de Santiago para protestar por el inesperado deceso del educador libertario. Ferrer i Guardia había sido acusado de conspiración contra el Estado español, procesado por ese delito y condenado a muerte por la justicia de ese país. El 13 de octubre de ese año el fundador de la famosa Escuela Moderna era ejecutado en los fosos del castillo de Montjuic. Los anarquistas locales, enterados de estos acontecimientos, durante el mismo mes de octubre hicieron efectiva la reunión pública en su nombre que logró convocar a “centenares de obreros” en la plaza Vicuña Mackenna, en ella según relata Guzmán Bezanilla: “lanzaron mordaces gritos y prolongadas silbatinas contra el regimiento Buin que pasaba por allí”1.

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El porqué de una sociedad tan violenta Una mirada antiautoritaria hacia la violencia en los hogares y grupos de afinidad

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Escrito por Amelia Ayelén (Aporte desde Chillán).
Publicado en El Sol Ácrata n°17. Junio – Julio de 2013.

 

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Es cierto que vivimos en tiempos violentos y no precisamente en el buen sentido (sí, existe un buen sentido). Es cuestión de salir a la calle, ser empujado o en el peor de los casos incluso insultado por quien apenas accidentalmente rozaste, o también podemos quedarnos dormidos por las noches con el noticiero que por muy sensacionalista que es, narra hechos de violencia domestica día tras día. Esto no es casualidad y si vamos al fondo del problema nos encontraremos con la misma raíz de todos los males que nos acechan; el principio de autoridad y una sociedad extremadamente enferma. Sigue leyendo

«Sobre el Anarquismo y la Violencia» por A. Berkman

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Escrito por Alexander Berkman

Publicado en Revista Nervio N°46, Buenos Aires, Julio de 1936.

 

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El lector ha de haber oído alguna vez que los anarquistas tiran bombas incendiarias y creen en la violencia, y, tal vez, que Anarquía significa desorden y caos.

No es extraño todo esto. La prensa, el púlpito y toda la clase de autoridad difunden con insistencia tenaz estas mentiras, aún a sabiendas. Algún motivo poderoso tendrán para mentir. Pero es el momento de hacer oír la verdad. Deseo hablar aquí con absoluta sinceridad y honestidad y espero que mis palabras pueden llegar a expresar acertadamente mis ideas y mis deseos, porque ocurre además que yo soy precisamente uno de los anarquistas acusados de violencia y espíritu destructor (Nota: Berkman en 1892 intento de asesinar al empresario, Henry Clay Frick, luego que este reprimiera una huelga de los trabajadores de su fabrica, del cual resultados 10 obreros muertos, y 60 heridos). Lo sé, y no tengo nada que ocultar. Pero deseo explicarme: todo eso que se dice y todo aquello de lo que se me acusa no significa reconocer que el anarquismo quiere decir violencia y desorden.

Todo lo contrario: El gobierno –cualquier forma de gobierno- y el capitalismo sí que son la violencia y el desorden en acción. El anarquismo, repito, es precisamente lo opuesto. Anarquismo es orden sin gobierno y paz sin violencia.

¿Es posible esto?, se dirá. A eso es lo que queríamos referirnos ahora. Pero antes de ir a eso, alguien querrá acaso saber si realmente alguna vez los anarquistas han arrojado bombas o han empleado la violencia. Sigue leyendo

El androcentrismo de los movimientos revolucionarios y su materialización en el contexto del movimiento estudiantil en Chile

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El androcentrismo de los movimientos revolucionarios y su materialización en el contexto del movimiento estudiantil en Chile

Por Francisca Barrientos
Integrante del Club de Lectura Feministas Lúcidas
Publicación extraída de Erosión, Revista de Pensamiento Anarquista, N°6.
Primavera-Verano de 2016

Aunque el macho se vista de izquierda84275249_n

«El patriarcado es por necesidad el punto de partida de cualquier cambio social radical. Y ello no sólo porque constituye la forma política a la que se encuentra sometida la mayoría de la población (las mujeres y los jóvenes), sino también porque representa el bastión de la propiedad y de los intereses tradicionales. Los matrimonios son alianzas económicas y los hogares entidades semejantes a las corporaciones. De acuerdo con un investigador de la institución familiar, <<la familia es la piedra angular del sistema basado en la estratificación y el mecanismo social que lo mantiene>>»

Kate Millet, en «Teoría de la política sexual»
(Política sexual. Madrid: Cátedra, 1995)

 

Palabras preliminares:

El presente texto constituye una reflexión teórico-práctica, por lo tanto presentaremos perspectivas teóricas sacadas de la comodidad de su planteamiento en abstracto y las revisaremos a la luz de los cuestionamientos que emergen de la práctica enmarcada en contextos específicos.

Aclaramos antes de la lectura (debido al desconocimiento generalizado respecto del tema, no por la búsqueda de validación de los movimientos de izquierda que quieren encajar “género” y clase irreflexivamente) que con feminismo nos referimos a la corriente de pensamiento y a la práctica política que ha reivindicado la existencia de las mujeres en relación con la estructura patriarcal, que hasta el día de hoy ordena a la sociedad y que a nosotras nos oprime. Entendemos que un análisis radical de la sociedad patriarcal implica una crítica a la civilización masculina. Esto recae en sus núcleos organizativos como lo son la familia y el estado, y los modos de explotación como el capitalismo, el colonialismo y el especismo. Comprendemos que los hombres son herederos y reproductores de la cultura autoritaria que sus patriarcas han instaurado, y es en este sentido que creemos en un posible diálogo entre el anarquismo y el feminismo; en el cuestionamiento profundo al jerarquizado orden social. Para llegar a eso es preciso poner a dialogar seriamente ambas propuestas políticas -sin deslegitimar misóginamente al movimiento feminista como lo ha hecho la izquierda en general y una parte del anarquismo- escuchando y comprendiendo los análisis del patriarcado que han sido desplegados de modo mucho más serio a como lo podría hacer el anarquismo por sí solo, sea porque su conducción hegemónicamente masculina lo ha llevado a un vago reconocimiento del problema o a la derecha omisión del patriarcado y sus aliados.

La violencia machista en el contexto del movimiento estudiantil:

Para situar las teorías en relación con las opresiones que identifican cada una de ellas es necesario un escenario real sobre el que sustentarse, en nuestro caso todas las ideas aquí revisadas han tenido como telón de fondo el llamado “movimiento estudiantil”.

Desde nuestra experiencia organizativa en este, que en Chile tiene una incidencia social importante desde el año 2006 alcanzando su punto más álgido el año 2011, hemos venido vivenciando transformaciones en nuestras perspectivas políticas.

Durante la organización secundaria del año 2011 vivimos la movilización social estudiantil, en este caso por la educación pública, de una forma muy rica en términos asociativos, en tanto logramos establecer nuevos vínculos sociales entre compañeras y entre compañeros, al mismo tiempo que fue una característica extendida entre secundarias y secundarios una fuerte identificación con la anarquía como práctica política que prescinde de jerarquía y que propugna horizontalidad en la organización. Al entrar a la universidad y ver el movimiento estudiantil a nivel universitario muchas cosas que ya habíamos concebido como obvias se fueron al tacho de la basura. Sigue leyendo

Malatesta: «El Amor, el alma del programa anarquista»

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El nombre del texto original es «Un poco de teoría» escrito por Errico Malatesta el 21 de agosto de 1892, para el periódico L’Endehors,

Extraído originalmente de  The Anarchist Library

La revuelta retumba en todas partes. Aquí es la expresión de una idea, y allá el resultado de una necesidad; a menudo es la consecuencia del entrecruce de necesidades e ideas que mutuamente se generan y refuerzan. Se ata a las causas del mal o golpea de cerca, es consciente o instintiva, es humanitaria o brutal, generosa o estrechamente egoísta, pero siempre crece y se extiende.

Es la historia la que avanza: es inútil tomarse el tiempo para quejarse de las rutas que escoge, ya que estas rutas han sido demarcadas por toda la evolución previa.

Pero la historia la hacen las personas; y ya que no queremos seguir siendo espectadores indiferentes y pasivos para con la tragedia histórica, ya que queremos contribuir todas nuestras fuerzas para determinar los eventos que nos parecen más favorables a nuestra causa, debemos tener un criterio que nos guíe en la evaluación de los hechos que se producen, y especialmente en la elección del lugar que ocuparemos en el combate.

El fin justifica los medios: ya hemos hablado muchas pestes de aquella máxima. En

Malatesta

realidad, es la guía universal de conducta.

Podría uno mejor decir: cada fin contiene sus medios. Es necesario buscar la moral en el fin; los medios están fatalmente determinados.

El fin que uno propone como dado, por voluntad o por necesidad, el gran problema de la vida es hallar los medios que, de acuerdo a las circunstancias, conducen con mayor certeza y con mayor economía al fin ansiado. La manera como uno resuelve ese problema depende, por mucho que pueda depender de la voluntad humana, de si un individuo o un partido alcanza su propio fin, de si será útil a su causa o si sirve, sin desearlo, a la causa enemiga. Sigue leyendo

Sobre la violencia: ¿Que piensan los/as anarquistas?

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El siguiente texto es un estrato del libro de Nicolas Walter, «Sobre el Anarquismo. ¿Qué creen las y los anarquistas? ¿En qué difieren? ¿Qué quieren? ¿Qué hacen?» (Editorial Eleuterio, 2016) disponible en PDF para su libre descarga. Específicamente en el capitulo «Guerra y Violencia» entre las páginas 36 y 39. Donde Walter puede aclarar el panorama a muchos curiosos de que piensan algunos anarquistas en torno a la Guerra y la Violencia, sin caer en la imprudencia de que todos los y las anarquistas piensan de igual manera, agregando y considerando que dentro del anarquismo hay discusión y tensión en el tema, puesto que no es un tema acabado, menos en una filosofía tan compleja como la anti-autoritaria.

Para esta y más dudas recomendamos descargar este y otros diez libros que recomendamos como elementos «introductorios» al ideal ácrata, que se puede tornar confuso ante la prensa del poder que difama el noble ideal.

[Once libros para entender el anarquismo]
Grupo Anarquista La Boina.

Lo que creen los y las anarquistas:
Guerra y Violencia

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Portada del libro «Sobre el Anarquismo» de Nicolas Walter               (Editorial Eleuterio, 2016)

 

Los anarquistas se han opuesto siempre a la guerra, pero no todos ellos se han opuesto a la violencia. Son antimilitaristas, pero no necesariamente pacifistas. Para los anarquistas, la guerra es el ejemplo supremo de autoridad fuera de una sociedad, y al mismo tiempo un poderoso reforzamiento de la autoridad dentro de ésta. La violencia organizada y la destrucción en la guerra constituyen una versión enormemente magnificada de la violencia organizada y de la destrucción que provoca el Estado. La guerra es la salud del Estado. El movimiento anarquista tiene una fuerte tradición de resistencia a la guerra y a los preparativos para ella. Unos pocos anarquistas han apoyado algunas guerras, pero siempre se les reconoció como renegados por parte de sus camaradas, y esta oposición total a las guerras nacionales es uno de los grandes factores unificadores que existen entre los anarquistas.

Pero los anarquistas han distinguido entre guerras nacionales que incluyen a Estados, y guerras civiles entre clases. El movimiento anarquista revolucionario desde fines del siglo XIX ha propiciado una insurrección violenta para destruir al Estado, y los anarquistas tomaron parte activa en muchos levantamientos armados y guerras civiles, especialmente en las de Rusia y España. Sin embargo, aunque se hayan visto envueltos en tales luchas, no se hicieron ninguna ilusión respecto de que éstas produjeran por sí mismas la revolución. La violencia podía ser necesaria para el trabajo de destruir al viejo sistema, pero era inútil, e incluso peligrosa, para la tarea de construir un sistema nuevo. Un ejército popular puede derrotar a una clase dirigente y destruir a un gobierno, pero no puede ayudar al pueblo a crear una sociedad libre. De nada vale ganar una guerra si no se puede ganar la paz.

  Muchos anarquistas han dudado, en verdad, respecto de si la violencia desempeña alguna función útil. Como en el caso del Estado, no es una fuerza neutral cuyos efectos dependan de quien la utilice, y no resultarán de ella cosas correctas por el solo hecho de que esté en buenas manos. Por supuesto, la violencia de los oprimidos no es lo mismo que la violencia de los opresores, pero aunque constituya la mejor salida de una situación intolerable, sólo lo será en segundo lugar. Es uno de los rasgos más desagradables de la actual sociedad, y sigue siéndolo por bueno que sea su fin; además, tiende a destruir su fin mismo, incluso en situaciones en que parece apropiada, tales como la revolución. La experiencia de la historia sugiere que las revoluciones no están garantizadas por la violencia; por el contrario, cuanto más violencia, menos revolución.

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Uno de los grupos más violentos en el anarquismo, fue la Banda de Bonnot. Quienes actuaron en Francia a finales del Siglo XIX. Muchos anarquistas de la época, como Malatesta criticaron su actuar.

Todo esto puede parecer absurdo a las personas que no son anarquistas. Uno de los más antiguos y persistentes prejuicios acerca del anarquismo es que los anarquistas superan a todos los demás hombres en violencia. El estereotipo del anarquista armado de una bomba que oculta bajo su capa tiene ya ochenta años, pero sigue fuertemente arraigado. Muchos anarquistas han favorecido en verdad la violencia, algunos propiciaron el asesinato de figuras públicas, y unos pocos apoyaron incluso el terrorismo entre la población, para ayudar a destruir el presente sistema. Hay un aspecto oscuro en el anarquismo, y de nada vale negarlo. Pero es un solo aspecto del anarquismo, y además pequeño. La mayoría de los anarquistas se han opuesto siempre a cualquier forma de violencia que no sea necesaria (la violencia ocurre inevitablemente cuanto la gente se desembaraza de sus gobernantes y explotadores).

Los principales perpetradores de la violencia han sido los que sostienen a la autoridad, no los que la atacan. Los grandes atentados con bombas no los cometieron individuos de destino trágico llevados a la desesperación en el Sur de Europa hace más de medio siglo, sino las máquinas militares de todos los Estados del mundo a lo largo de la historia. Ningún anarquista puede competir con la blitz y la bomba atómica, ningún Ravachol o Bonnot puede soportar la comparación con Hitler o Stalin. Podríamos alentar a los obreros a apoderarse de su fábrica o a los campesinos a adueñarse de su tierra, y podríamos romper ventanas o construir barricadas, pero no tenemos soldados, ni aviones, ni policía, ni prisiones, ni campos de concentración, ni pelotones de fusilamiento, ni cámaras de gas, ni verdugos. Para los anarquistas, la violencia es un ejemplo extremo del uso de poder de una persona contra otra, la culminación de todo aquello a lo que nos oponemos.

15 frases de Leon Tolstoi para reflexionar 9

Tolstoi es considerado uno de los principales anarquistas pacifistas

Algunos anarquistas han sido incluso pacifistas, aunque esto no sea habitual. Muchos pacifistas han sido (o llegado a ser) anarquistas, y los anarquistas han tendido a moverse hacia el pacifismo a medida que el mundo se movía hacia la destrucción. Algunos se han sentido especialmente atraídos por el tipo de pacifismo militante defendido por Tolstoi y Gandhi, y por el uso de la no violencia como técnica de acción directa, y muchos anarquistas han participado en movimientos antibélicos y ejercieron, en ocasiones, una significativa influencia sobre ellos. Pero la mayoría de los anarquistas –incluso quienes están muy dedicados al movimiento– consideran que el pacifismo se excede en su rechazo de toda violencia por cualquier persona en cualquier circunstancia, y se queda corto en su creencia de que la eliminación de la violencia por sí sola constituirá una diferencia fundamental para la sociedad. Donde los pacifistas ven a la autoridad como una versión más débil de la violencia, los anarquistas ven a la violencia como una versión más fuerte de la autoridad. También les repugna el aspecto moralista del pacifismo, su ascetismo y su fariseísmo, y su punto de vista benévolo acerca del mundo. Repetimos: son antimilitaristas, pero no necesariamente pacifistas.

[Critica al Ilegalismo] Errico Malatesta: Los Bandidos Trágicos (1913)

Cita

Extraído de rebeldealegre
Publicado originalmente Publicado en La Société Nouvelle,
año 19, No. 2, Agosto de 1913.

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Parecería tarde para hablar aún de ello, pero el tema no obstante sigue siendo actual, dado que estamos tratando con actos y discusiones que han ocurrido una y otra vez en el pasado y que, ay, se repetirán también en el futuro mientras las causas determinantes no hayan desaparecido.
Unos cuantos individuos robaron, y para robar, mataron; mataron al azar, sin discernimiento, a quien se pusiese en medio de ellos y el dinero tras el cual iban. Mataron a personas desconocidas para ellos, trabajadores, víctimas como ellos mismos, e incluso más, de una mala organización social.
En el fondo no hubo nada en esto sino lo de costumbre: fueron ellos el agrio fruto que maduró en el árbol del privilegio en el curso normal de los eventos. Cuando toda la vida social está manchada de fraude y violencia, y cuando aquel que nace pobre está condenado a todo tipo de sufrimientos y humillaciones; cuando el dinero es algo indispensable para la satisfacción de nuestras necesidades y para el respeto hacia nuestra personalidad, y cuando para tantas personas es imposible obtenerlo por medio del trabajo honesto y digno, no hay razón para sorprenderse si de tiempo en tiempo emergen unos cuantos infortunados que, cansados del yugo e inspirados por la moral burguesa, pero sin poder apropiarse del trabajo de otros bajo la protección de los gendarmes, roba ilegalmente bajo las narices de éstos últimos. Ya que para robar no pueden organizar expediciones militares ni vender veneno disfrazado de alimento, asesinan directamente con revólveres o dagas.
Pero los “bandidos” se llamaban a sí mismos anarquistas y eso le dio una importancia y un significado simbólico a hazañas que estaban lejos de tenerlo por sí solas.

«Le Petit Journal», periódico Francés ( 1863 – 1944.)

La burguesía saca provecho de la impresión que tales actos producen en el público para así denigrar al anarquismo y consolidar su propio poder. La policía, que con frecuencia son los instigadores secretos de estas hazañas, las utilizan para magnificar su propia importancia y para satisfacer sus instintos persecutorios y asesinos de modo de recuperar el costo de la sangre derramada en moneda fuerte y promociones. Lo que es más, dado que se habló del anarquismo, un número de nuestros camaradas se sintió obligado a no negar lo que se llama a sí mismo anarquista. Muchos, fascinados por lo coloreado de la aventura, admirando el coraje de los protagonistas, vio en esto nada más que un acto de rebelión contra la ley, olvidando examinar el por qué y el cómo.

Pero me parece que para determinar nuestra conducta, y aconsejar a la de otros, es importante examinar las cosas con calma, para juzgarlas de acuerdo a nuestras aspiraciones y para no conceder a las impresiones estéticas más valor del que tienen en realidad.
Seguro estos hombres fueron corajudos, y el coraje (que quizás es nada más que buena salud física) es sin temor alguno a la contradicción una cualidad maravillosa. Pero puede ser usada al servicio tanto del mal como del bien. Hemos visto personas corajudas entre los mártires de la libertad y también entre los más odiosos tiranos. Puede hallarse en revolucionarios como también puede hallarse entre camorristas, soldados y policías. Normalmente calificamos correctamente de héroes a quienes arriesgan sus vidas por el bien y tratamos de individuos violentos o, en los casos más serios, como brutos sin sentimientos y sedientos de sangre, a quienes usan su coraje para hacer mal.
No negaré lo colorido de estos episodios e incluso, en cierto sentido, su belleza estética. Pero los poetas admiradores del “beau gestedebiesen tomarse la molestia de reflexionar un poco.
Un automóvil yendo a toda velocidad, conducido por hombres armados con Brownings que esparcen el terror y la muerte en su camino es más moderno pero no más colorido que un bandolero de sombrero emplumado armado con un trabuco que asalta y roba a una caravana de viajantes, o que el barón feudal, vestido de acero y sentado en un caballo de guerra demandando su parte a una persona común, y no tiene más valor. Si el gobierno italiano hubiese tenido algo más que generales de operetta y jefes ignorantes y ladrones quizás hubiese logrado una bella operación militar en Libia, pero ¿hubiese sido la guerra en algo menos criminal o moralmente horrorosa por eso?
Sin embargo estos bandidos no eran, o al menos no todos eran, criminales vulgares.
Entre estos “ladrones” había idealistas desorientados; entre estos “asesinos” había naturalezas heróicas que en otras circunstancias, o inspirados por otras ideas, podrían haberse afirmado como tales. Lo cierto para quienes les conocían es que estos individuos estaban preocupados con ideas y que, si reaccionaron con ferocidad para satisfacer sus pasiones y sus necesidades, fue en gran medida bajo la influencia de una noción especial de la vida y la lucha.
¿Pero son anarquistas estas ideas?
¿Pueden estas ideas, aún si le concedemos a las palabras su sentido más amplio, ser confundidas con el anarquismo, o están, por el contrario, en flagrante contradicción con él?Ese es el asunto.

* * *

Un anarquista es, por definición, alguien que no quiere ser oprimido ni opresor, que quiere el máximo de bienestar, la mayor cantidad de libertad, el más completo florecer de todos los humanos.

Sus ideas, sus deseos, todos rescatan sus orígenes del sentimiento de simpatía, del respeto por todos los seres, un sentimiento que debe ser lo suficientemente fuerte como para llevarle a desear la felicidad de los demás tanto como la propia, y para renunciar a las ventajas personales cuya obtención requiere el sacrificio de otros. Si este no fuera el caso, ¿por qué sería enemigo de la opresión y por qué buscaría no ser un opresor?
El anarquista sabe que el individuo no puede vivir fuera de la sociedad. Que por el contrario, como ser humano existe solamente porque carga, resumidos en él, con los resultados de las obras de incontables generaciones pasadas, y porque se beneficia toda su vida de la colaboración de sus contemporáneos.
Sabe también que la actividad de cada cual influye directa o indirectamente en la vida de todos, y por ende reconoce la gran ley de la solidaridad que reina en la sociedad así como también en la naturaleza. Y ya que desea la libertad para todos debe desear que la actividad de aquella solidaridad necesaria, en vez de ser impuesta y aceptada inconsciente e involuntariamente, en vez de ser dejada al azar y explotada para el beneficio de algunos y para el detrimento de otros, se vuelva consciente y voluntaria y que se manifieste en igual beneficio para todos.
O ser el oprimido o el opresor, o cooperar para el bien mayor de todos: no hay otras alternativas. Y los anarquistas están naturalmente — y no podría ser de otro modo — por la cooperación libre y consensuada.
Entonces no “filosofemos” ni hablemos de egoísmo, altruísmo y otros acertijos. Concordaremos con gusto: somos egoístas. Todos nosotros buscamos nuestra propia satisfacción, pero es  anarquista quien encontrará su mayor satisfacción en luchar por el bien de todos, por la venida de una sociedad dentro de la cual se sentirá hermano entre sus hermanos, entre seres humanos saludables, inteligentes, ilustrados y felices. Quien puede vivir satisfecho entre esclavos y puede sacar provecho del trabajo de esclavos no es, y no puede ser, anarquista.
Hay individuos fuertes, inteligentes, apasionados, presos de grandes necesidades materiales o intelectuales que, puestos en las filas de los oprimidos, quieren a cualquier costo liberarse y, para hacerlo, no dudan en volverse opresores. Estos individuos, hallándose bloqueados por la sociedad actual, llegan a odiar y despreciar a todas las sociedades y, cayendo en cuenta de que sería absurdo querer vivir fuera de la colectividad, quieren hacer que todas las personas se sometan a su voluntad, a la satisfacción de sus propias pasiones. A veces, cuando están de algún modo enamorados de la literatura, se llaman a sí mismos “superhombres.” Inescrupulosos, quieren “vivir sus vidas.”
Burlándose de la revolución y de toda esperanza del futuro, quieren disfrutar el momento a cualquier precio y con desdén por todos. Sacrificarían a toda la humanidad por una hora — y algunos lo han dicho literalmente — de “vida intensa.”
Son rebeldes, pero no anarquistas. Tienen la mentalidad, los sentimientos de burgués fracasado, y si se las arreglan para tener éxito se convierten en reales burgueses, y ni un poco menos terribles entre ellos.
En el curso de la lucha ocurre a veces que los encontramos a nuestro lado, pero no podemos, no debemos, ni tampoco queremos confundirnos con ellos. Y ellos saben esto muy bien.

* * *

Pero muchos entre ellos aman llamarse anarquistas. Es cierto, y deplorable.

Por supuesto no podemos impedirle a las personas adoptar el nombre que gusten, y de nuestra parte no podemos abandonar el nombre que resume nuestras ideas y que nos pertenece, lógicamente e históricamente. Lo que podemos hacer es asegurarnos de que no haya confusión al respecto, o al menos la menor cantidad de confusión posible.Sin embargo, debemos intentar descubrir cómo es que individuos con aspiraciones tan contrarias a las nuestras han podido apropiarse de un nombre que es la negación de sus ideas, de sus sentimientos.

Aludí antes a las sospechosas maniobras de la policía, y sería fácil para mí probar que ciertas aberraciones por las que han intentado culpar a los anarquistas tuvieron como lugar de origen los antros de perdición de la policía: Andrieux, Goron y su estirpe.
En el momento en que el anarquismo comenzó a manifestarse y a obtener importancia en Francia la policía tuvo la brillante idea, digna del más ladino de los jesuítas, de luchar contra el movimiento desde dentro. Con este fin en mente enviaron agentes provocadores entre los anarquistas que simulaban aires ultra-revolucionarios e ideas anarquistas hábilmente parodiadas, las volvían grotescas y diametralmente opuestas a lo que son en realidad. Fundaron periódicos pagados por la policía, provocaron actos dementes y criminales de manera de ponerlas de muestra y que calificasen como anarquistas, comprometieron a inocentes y sinceros jóvenes a quienes poco después delataron y, con la complicidad de la prensa burguesa, lograron persuadir a una parte del público que el anarquismo era lo que ellos presentaban. Y los compañeros franceses tienen buena razón para creer que las mismas maniobras policíacas están todavía llevándose a cabo y que no son ajenos a los eventos que estamos tratando en este artículo. A veces los eventos exceden a las intenciones de los provocadores, pero en cualquier caso, la policía se beneficia de ellos de igual modo.
Debemos añadir a estas influencias de la policía otras que son menos desagradables pero no menos dañinas. En un momento en que sorprendentes atentados atrajeron la atención del público a las ideas anarquistas, escritores de talento, profesionales del bolígrafo siempre en búsqueda de un tema novedoso y la sensacional paradoja, se dispusieron a hacer anarquismo. Y ya que eran burgueses de mentalidad y educación, con ambiciones burguesas, hicieron al anarquismo algo adecuado como para dar a las imaginativas jóvenes y las indiferentes señoras un escalofrío sensual, pero que nada tenía

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Gabriele D’Annunzio ( 1863 – 1938) Novelista, poeta, dramaturgo, militar y político italiano

que ver con el movimiento emancipador de las masas que el anarquismo puede provocar… Eran hombres de talento, que escribían bien, a menudo proponiendo cosas que nadie entendía y… eran admirados. En cierto momento ¿no se dijo en Italia que Gabriele D’Annunzio se había vuelto socialista?

Luego de un tiempo estos “intelectuales” volvieron al seno burgués para probar ahí el precio de la notoriedad adquirida, mostrando ser lo que nunca dejaron de ser: aventureros literarios en busca de publicidad. Pero el daño ya se había hecho.

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En resumen, nada de esto hubiese causado gran daño si solo existiesen personas con ideas claras, sabiendo claramente qué quieren y actuando en consecuencia. Pero junto a ellos cuántos hay con ideas confundidas, sus almas inciertas, yendo sin cesar de un extremo al otro.

Así es como es con aquellos quienes se llaman y se creen anarquistas pero que se glorifican en los viles actos que cometen (y que son generalmente excusables por necesidad o por su entorno) diciendo que los burgueses actúan de igual modo, e incluso peor. Esto es cierto, pero ¿por qué entonces pensar que eres distinto o mejor que ellos?
Condenan a los burgueses porque roban al trabajador buena parte de su trabajo, pero nada tienen que decir si uno de los suyos roba al trabajador lo poco que el burgués le dejó.
Se indignan cuando el patrón, para incrementar sus ganancias, hace trabajar a una persona en condiciones insalubres, pero están llenos de indulgencia por quien apuñala a la persona para robar unos cuantos sous.
No tienen más que desdén por el usurero que extorsiona unos cuantos francos de interés al pobre diablo por los diez francos que le prestó, pero encuentran estimable que uno de ellos tome diez francos de él de diez (que no le prestó) pasándole una moneda falsa.
Ya que son pobres de espíritu creen ser seres naturalmente superiores y sienten un profundo desprecio por las “masas atontadas,” arrogándose el derecho a hacer daño a trabajadores, a los pobres, y a los desafortunados porque “ellos no se rebelan y son por lo tanto defensores de la sociedad actual.” conclusionmalatesta7475_n
Conozco a un capitalista que, al sentarse en un café, se place en llamarse socialista, o incluso anarquista, pero en su fábrica no es menos explotador: un patrón avaro, duro, orgulloso. Y no lo niega en absoluto, pero tiene el hábito de justificar su conducta de un modo bastante original para un patrón:
“Mis trabajadores,” argumenta, “merecen el tratamiento que les hago sufrir, ya que se someten a él. Tienen personalidad de esclavos, y son defensores del régimen burgués, etc. etc.”
Este es exactamente el lenguaje de aquellos que se llaman anarquistas pero que no sienten ni simpatía ni solidaridad para con los oprimidos. La conclusión sería que sus verdaderos amigos son los patrones y sus enemigos la masa de los desheredados.
Bien entonces, ¿qué hacen hablando de emancipación y anarquismo? Que se vayan con la burguesía y nos dejen a nosotros en paz.
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He dicho suficiente y debo concluir.
Concluiré dando algunos consejos a aquellos que quieren “vivir sus vidas” y que no les importa la vida de los demás.
El robo y el asesinato son medios peligrosos y, en general, no muy rentables. Por ese camino solo logras pasar la vida en prisión o dejar tu cabeza en la guillotina — especialmente si tienes la impudicia de atraer la atención de la policía llamándote anarquista y frecuentando anarquistas.Es difícilmente un asunto rentable.

Cuando eres inteligente, enérgico e inescrupuloso es fácil hacerte paso entre la burguesía.
Que entonces se esmeren mediante el robo y el asesinato legal para volverse burgueses. Les iría mucho mejor, y si es cierto que tienen simpatías intelectuales con el anarquismo se evitarán el disgusto de dañar la causa que les es querida — intelectualmente.