Texto extraído del Boletín YA NO HAY VUELTA ATRÁS
BOLETÍN DE REFLEXIONES EN TORNO A LA REVUELTA
Diciembre 2019.
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I
La rebelión del 18/10 fue espontánea, popular, masiva y anárquica. La “válvula de descompresión” que se intenta instalar desde arriba es jerárquica, elitista, institucional y “democrátia”.
En efecto, pareciera que esta insurrección a nivel nacional casi no tiene precedentes históricos. Tal vez dos estallidos con los que notoriamente tiene más en común serían los de abril de 1957 en Valparaíso, Concepción y Santiago, y el movimiento de las ocupaciones en junio/mayo de 1968 en Francia.
En el primer movimiento, el proletariado de esas tres ciudades se alzó espontáneamente con un leve desfase temporal (30 de marzo en Valpo, 1 de abril en Conce y 2 de abril en Stgo.) a raíz del alza de precios del transporte, gatillando una insurrección intensa y breve que para ser derrotada obligó a retirar la policía de las calles y sacar al Ejército. Varias decenas de muertos, y el Gobierno echó atrás el alza.
En el segundo, la fuerte represión al movimiento estudiantil generó una huelga general espontánea, boicoteada por los partidos burgueses (sobre todo por el Partido “Comunista” Francés) y sus sindicatos. Tras un mes de una verdadera explosión popular de creatividad y combates callejeros con la policía, el movimiento empieza a decaer cuando se reorganiza el partido del orden incluyendo manifestaciones masivas por la paz social, y finalmente llegando a acuerdos de reformas económicas entre la patronal, los sindicatos, y el gobierno. Uno o dos muertos en todo el proceso (las vidas valen menos mientras más te adentras en el Tercer mundo), y el estallido del 68 adquiere una dimensión global (EE.UU., Córdoba, México, Japón, Checoslovaquia y un largo etc.).
Pero ninguna revuelta es igual a otra -aunque en todas ellas se produce una suspensión de la temporalidad y la normalidad instalada por el orden social- y la del 18/10 parece haber sido un acontecimiento único. A pesar de que el “estallido” era predecible desde hace mucho tiempo (como afirman ahora varios generales después de la batalla) era imposible calcular cuándo y cómo se iba a producir, y menos aún que a 1 mes y medio de esta irrupción, este asalto horizontal y multiforme contra la normalidad capitalista, íbamos a seguir en las calles a pesar de todo.
En todo caso, si miramos a otros procesos actuales como las protestas en Hong-Kong y Francia, pareciera que en esta nueva oleada global de rebeliones contra el sistema de dominación las insurrecciones ya no tienen por horizonte una “conquista del poder” (tal como se entendía desde las revoluciones burguesas: mediante la captura del poder estatal), sino que son verdaderas “insurrecciones permanentes”, que a la vez que desafían al poder, tratan de constituir una comunidad humana que prefigura otras formas de vida.
II
Lo que sí es una maniobra predecible y casi “de manual” es la respuesta orquestada desde arriba. A 3 semanas de la “declaración de Guerra” hecha por el Presidente billonario con las desastrosas consecuencias de todos conocidas, pudimos ver reunida en un Palacio a toda la “clase política” –curioso concepto pues en rigor son todas expresiones de la política de una sola clase, la burguesa, a pesar de que en tanto políticos profesionales tiendan a constituir una especie de casta aparte-, que se unificó bastante apuradita soportando una fuerte presión entre la rebelión popular por un lado y las exigencias de la Economía y la mafia estatal-militar por el otro, para poder proclamar de madrugada la firma del “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”. Todos juntos en el esfuerzo de relegitimar al Estado, al capitalismo, al “modelo chileno”, y sin pronunciar ninguna palabra sobre el esclarecimiento y castigo a las prácticas masivas y sistemáticas de violación de derechos humanos por parte de Carabineros, al mando del infame Director General Mario Rozas, y de las que son responsables también Piñera, Chadwick, Iturriaga y Espina. Obviamente, cuando se está negociando con criminales de lesa humanidad se les reconoce como interlocutores válidos y su responsabilidad política y criminal queda en la penumbra. En esto el cacareado Acuerdo muestra el sello propio de la clase dominante chilena, tomando como modelo las negociaciones inter-burguesas de fines de los 80 que pavimentaron el camino a la “transición”.
III
Algunos analistas oficiales hablan abiertamente de que el objetivo de los acuerdos negociados y anunciados el 15 de noviembre es la “Pacificación” del conflicto, al que juzgan desde ya como relativamente exitoso. El Ministro Blumel apunta a que cada día hay menos manifestaciones y detenidos. Pero el proletariado juvenil no abandona la calle, ha aprendido a luchar masivamente contra los esbirros del GOPE/FFEE (el “Comando Jungla” en la ciudad), ha atacado y derribado los peores símbolos monumentales de la dominación dentro del territorio reconquistado todos los días por “la horda”, y además de adrenalina y espíritu de lucha tiene clara consciencia de que lo que se logró fue gracias a la acción directa de masas, y no a negociaciones, acuerdos, votos ni urnas.