Articulo escrito por Víctor Muñoz y Eduardo Godoy.
Publicado en Revistas Estudios Nº3, CNT 2013
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Resumen: Esta investigación aborda la familia en el imaginario de los anarquistas de la región chilena, entendiéndola como uno de los “temas” y terrenos que los anarquistas intentaron disputar, en sus prácticas y discursos, a la Iglesia Católica y al Estado. Pues antes que revolución social, el anarquismo también fue comprendido como una revolución moral, ética, como una regeneración integral del individuo y sus relaciones sociales. En este cuadro, los afectos, el amor, también debían sufrir una translocación fundamental en el radical sentido de la palabra.
Palabras Clave: Moral, anarquista, regeneración, familia, acción, familia sexualidad, matrimonio.
Introducción:
En el proceso de configuración y conformación del movimiento obrero y popular chileno el anarquismo jugó un rol de suma importancia (Harambour, 2005; Grez, 2007). Hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX se constituyó como una de las ideologías de corte socialista-revolucionario que más se compenetró en las organizaciones de trabajadores y estudiantiles (Muñoz, 2013). Arremetió públicamente contra los pilares del sistema de dominación con una radicalidad desconocida hasta ese entonces, emparentada solo en algunos aspectos con los planteamientos socialistas de tradición marxista también en ascenso durante este periodo en Chile.
En tanto ideario político y social, el anarquismo desplegó una serie de acciones para difundir sus propuestas y planteamientos. Sus militantes utilizaron desde las conferencias públicas, la conformación de Centros de Estudios Sociales (CES) y orquestas filarmónicas, hasta la edición de volantes, libros, folletos, revistas y periódicos; lo que también incluyó la propaganda por el hecho y por el ejemplo diseminándose, cual átomos sueltos, en variadas y multiformes estrategias para concretar en su presente la sociedad del porvenir: el comunismo anárquico. Pues antes que revolución social, el anarquismo también fue concebido por sus miembros como una revolución moral fuertemente ética, como una regeneración integral del individuo y de sus relaciones sociales y afectivas.
Consecuente con lo anterior, para los anarquistas locales, los sentimientos, el amor y la sexualidad, también debían sufrir una translocación fundamental, ya que la sociedad nueva exigía nuevos seres y nuevas relaciones humanas en el radical sentido de la palabra, las que orientadas por el el prisma anarquista debían encaminarse a la creación de hombres, mujeres y niños exentos de las trabas que les impidiesen desarrollarse íntegra y antiautoritariamente (Godoy, 2011).
Los ácratas chilenos, al igual que sus congéneres de otras latitudes, propugnaron a contracorriente de la moral burguesa predominante (y sus instituciones reproductoras) una nueva moralidad.
Desde una racionalidad moderna y occidental a ultranza, cuestionaron ilustradamente todas aquellas manifestaciones sociales, culturales y religiosas de los sectores populares y de las clases dominantes que allanaban el camino a la opresión social. A través de las páginas de sus periódicos y sus diversos medios de difusión escritos condenaron enérgicamente los espacios, prácticas e instituciones que permitían la reproducción y perpetuidad del sistema de dominación, alarmando (como hoy) a muchos de sus contemporáneos.
Las prácticas anarquistas antes señaladas y otras (como los métodos de anticoncepción, el vegetarianismo, el antialcoholismo, etc.) entraron en contradicción con las costumbres de la sociedad chilena finisecular en donde predominaba la influencia de la Iglesia Católica que, desde los tiempos de la conquista y colonización europea, se había constituido como la institución gendarme de la moral judeocristiana (católica), supervisando y reprimiendo la exteriorización de los sentimientos, de las emociones y de las conductas amorosas y sexuales.
Sin embargo, y a pesar de las ácidas críticas de sus antagonistas, los libertarios criollos apostaron incansablemente por la creación de una nueva moral, dándole un nuevo significado no solo a los valores cristianos, hegemónicos, sino también y de forma mucho más profunda, al acto de amar y exteriorizar los sentimientos, a la institución familiar y por consiguiente, a los roles de género. Dicha resignificación fue ecléctica y, en algunos casos, contradictoria, a pesar de constituirse como un discurso adelantado y rupturista para la época. Y es que en el interior del anarquismo no hubo discursos monolíticos, rígidos y unívocos, sino, al contrario, diversas lecturas e interpretaciones, que en algunos casos fueron mutando a través del tiempo, mientras otros no sufrieron ningún tipo de alteración con el transcurrir de los años.
De esta forma los ácratas criollos superpusieron a las ideas cristianas, y a la familia tradicional conservadora, “la Idea” anarquista y sus valores, de forma ecléctica y simbiótica, aún cuando también adhirieron a su ideario elementos culturales propios y característicos del cristianismo y de los valores sociales hegemónicos.
Esta investigación aborda (preliminarmente) la batalla cultural y social entre el anarquismo, la Iglesia Católica y el Estado chileno, en el terreno de la familia (y las relaciones sociales), entre los años 1893 y 1940. Específicamente se analiza como los libertarios criollos caracterizaron y conceptualizaron las relaciones afectivas, amorosas y sanguineas contrariando, en muchos casos, a los valores tradicionales en boga en Chile al despuntar el siglo XX.
Leer el artículo completo. «Por La Vida Nueva: La Familia en la batalla cultural. Entre el anarquismo, la iglesia católica y el Estado (Región chilena, 1893, 1940«